No soportar el desprestigio (Hermano Pablo)





NO SOPORTAR EL DESPRESTIGIO

por el Hermano Pablo

Durante casi todo un mes el hombre llevó en el bolsillo una cajita de lata que contenía tres pastillas. Al preguntársele para qué las tenía, respondía: «Para el dolor de cabeza», o si no: «Para aliviar la tensión.»

Día tras día, mientras iba al tribunal donde se estaba considerando su caso, Donaldo Santos, de São Paulo, Brasil, llevó su cajita en el bolsillo. Cuando por fin el jurado pronunció el veredicto: «¡Culpable!», Donaldo, sereno y tranquilo, pidió un vaso con agua, y de un solo sorbo tomó las tres píldoras. Casi en seguida cayó al suelo. Las pastillas no eran simple aspirina; eran de cianuro.

Donaldo Santos, de cincuenta y tres años de edad y poseedor de fortuna y prestigio social, había cometido un delito que lo mandaría a la cárcel por veinticinco años. De haber sido declarado inocente, nadie jamás hubiera sabido que las pastillas eran de cianuro. Pero cuando lo declararon culpable, sus palabras fueron: «Esto es un remedio para todo.»

Hay hombres que toleran el cometer un delito, y su conciencia poco o nada les dice. Pueden violar las leyes y los dictámenes de su conciencia, y seguir como si nada, disfrutando de la vida. Pero no pueden soportar la pérdida del prestigio social o la de su holgada posición económica. El delito poco importa. Lo que no soportan es la pérdida del prestigio y del bienestar.

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