¿Ladrillos o Telarañas? (Carlos Rey)


¿LADRILLOS O TELARAÑAS?

por Carlos Rey

Hace algunos años llegó a Los Ángeles, California, un acróbata que se dio a conocer en sus anuncios como «La mosca humana». El hombre le anunció al público que en determinada fecha escalaría uno de los edificios en la zona céntrica de Los Ángeles, ante todos los presentes.

Cuando llegó el momento esperado, las calles estaban llenas de personas que iban a ver si era verdad lo que se había anunciado. En efecto, con gran agilidad el acróbata comenzó a escalar la pared del edificio. Al subir ponía lentamente las manos y los pies en cada rendija o pedazo de piedra que sobresaliera aun lo más mínimo, como si fuera una mosca humana.

Poco antes de la cima llegó a un punto donde su mano, por más que la estiraba, no alcanzaba la siguiente rendija debido a que en la pared había un pedazo viejo de ladrillo. Le faltaban sólo unos centímetros para llegar a la meta, así que decidió dar un pequeño salto para agarrar con una mano ese pedazo que sobresalía. En efecto, dio el salto, se agarró del ladrillo, y cuando empezó a afianzarse en él con fuerza, resultó que lo que a él le parecía un ladrillo no era más que una telaraña cubierta con el polvo de la ciudad. Como era de esperarse, la telaraña cedió de inmediato, y el acróbata se desprendió desde lo alto, cayó en la calle y murió al instante.

Si bien a todos nos preocupa la seguridad física a tal grado que juzgamos como espectáculo el que alguien juegue con ella, debiera preocuparnos igualmente la seguridad espiritual. No hay nada más serio ni más importante en esta vida que la seguridad del alma, y sin embargo el hombre no sólo juega con el cuerpo sino también con el alma como si fuera una bola de billar. La impulsa de un lado a otro de la mesa de este mundo, de esta idea a aquella filosofía, de esta ideología a aquella religión, rebotando de una banda a otra, siempre con hambre, nunca satisfecho. De ese modo deja al azar lo que más debiera importarle: el destino eterno de su alma.

Una de las ideas más engañosas en la actualidad, que es como una telaraña que se proyecta como ladrillo, es aquella que dice que todos los caminos conducen al cielo. ¡Qué fácil sería escalar esa pared hasta llegar al cielo si así fuera! Si no importa lo que creemos, entonces Dios envió en vano a su Hijo Jesucristo al mundo para mostrarnos el camino al cielo, y Cristo murió en vano para salvarnos de nuestros pecados. Desengañémonos antes que sea demasiado tarde. En vez de aventurarnos, agarrándonos de telarañas, reconozcamos que el único camino que nos lleva al cielo es el que construyó Cristo con ladrillos seguros al morir en la cruz por nosotros.

Publicar un comentario

0 Comentarios