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Hacer lo que Dios nos manda hacer requiere una obediencia inmediata, sin racionalizar demasiado la ocasión, sin pedir tantas confirmaciones o señales. Dios no tolera que posterguemos las cosas, que seamos procrastinadores crónicos. La inactividad no se justifica con endebles excusas como: ‘no alcanza el dinero’, ‘no me siento capacitado’, o ‘ahora no es el tiempo correcto’. Cuando Dios nos habla, tenemos que actuar ya, tenemos que marchar al instante. Primero hay que obedecer… la comisión vendrá después. Un mensaje que te instará a olvidarte del sedante de las excusas y te llevará en fe, a enfrentar los retos con audacia y valentía.
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