Por fin Faraón había decidido dejarlos marchar, era el inicio de una nueva vida, la mayoría de ellos ya no recordaba lo que era ser un hombre libre, su mente era una menta de esclavo, pero Dios había elegido a Moisés para ser un libertador.
Iban camino a la tierra prometida, acababan de salir de Egipto cuando Faraón reacción y se dio cuenta que no podía dejarlos marchar por lo que rápidamente armo un equipo de soldados y guerreros que fueran tras el pueblo israelita y los trajeran de nuevo para que siguieran siendo sus esclavos.
Por un momento aquella felicidad de sentirse por fin libre se disipó al ver a sus espaldas el polvo que levanta cada carruaje y caballos que venían a por ellos. El miedo, el temor de ser castigados severamente y llevados nuevamente a la esclavitud se apodero de ellos. Por un lado venia el Faraón con su ejército y por el otro se encontraban frente a un mar imposible de cruzar sin la ayuda de un barco o algo similar.
Por un momento pongámonos en los zapatos de los israelitas, sin ni siquiera pensar o imaginarse que un mar podría abrirse para que pasaran en seco. ¿Qué hubiéramos hecho?, ¿Qué hubiéramos dicho?, ¿Cómo hubiéramos actuado?
Y es que es fácil juzgar cuando uno ya sabe el final de la historia, pero ¿Qué tal si no la sabemos?, ¿Cómo actuaríamos?
Era normal que el pueblo sintiera temor, era normal que quisieran presionar a su libertador, y también era normal que Moisés se sintiera presionado y un poco confundido por lo que estaba pasando, pueda que su pregunta era: “¿Cómo es posible que pase esto, si tu prometiste librarnos?”. Quizá esa y mil preguntas más asomaban sobre su mente mientras veía como los egipcios se acercaban cada vez más.
Y es que cuando no hay una salida y nos enfrentamos contra la espada y la pared, no podemos hacer más nada que cuestionar en nuestra mente todo lo que está pasando.
Mas Moisés tomo fuerzas y a la vez se lleno de fe y les dijo: “No tengan miedo. Sólo quédense quietos y observen cómo el SEÑOR los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El SEÑOR mismo peleará por ustedes. Sólo quédense tranquilos” Éxodo 14:13-14 (Nueva Traducción Viviente).
Moisés clamo a Dios, y Dios le dio una respuesta única: “Luego el SEÑOR le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Dile al pueblo que se ponga en marcha! Toma tu vara y extiende la mano sobre el mar. Divide las aguas para que los israelitas puedan pasar por en medio del mar, pisando tierra seca” Éxodo 14:15-16 (Nueva Traducción Viviente).
Además de verse en una circunstancia difícil, viendo como el ejército egipcio se acercaba a ellos, Dios le pide que realice un acto nunca antes visto. ¿Qué hubiéramos pensado nosotros?, ¿Qué preguntas le hubiésemos hecho a Dios?, seguramente alguno de nosotros al escuchar la instrucción de Dios le hubiéramos dicho: “¿Estás seguro?”, “Me podrías repetir por favor, creo que escuche mal” o simplemente hubiéramos pensado que eran inventos nuestros.
Y es que cuando Dios nos da instrucciones nuevas sobre algo, no es fácil asimilarlas, esa era una prueba tremenda de fe, imagínense en ese lio enorme y Dios simplemente le dice: “Toma tu vara y extiende la manos sobre el mar”, ¿Así de simple?, era para no creerlo, sin embargo Moisés no dudo, no pregunto, no le pidió que se lo repitiera, lo hizo al pie de la letra y como consecuencia paso algo increíble, algo nunca antes visto, el pueblo de Israel en carne propia estaba siendo testigo de uno de los milagros más sorprendentes de la historia.
“Luego Moisés extendió la mano sobre el mar y el SEÑOR abrió un camino a través de las aguas mediante un fuerte viento oriental. El viento sopló durante toda la noche y transformó el lecho del mar en tierra seca” Éxodo 14:21 (Nueva Traducción Viviente).
Dios había hecho su parte, ahora era el turno del pueblo israelita, era otra prueba de fe, no solo era el hecho de que Moisés siguiera esas instrucciones nuevas para que ocurriera algo que jamás en la historia había ocurrido, sino que también ahora era el turno del pueblo, caminar entre medio de esas dos paredes de agua no era cosa fácil, se necesitaba creer, confiar en que Dios mantendría esas aguas durante su paso sobre ellas.
A veces vemos este milagro como algo sencillo, cuando realmente tenía algo mas allá de lo sencillo, ¿Tú hubieras pasado en medio de las dos murallas de agua?, seguramente más de alguno de nosotros hubiera pensado dos veces si comenzar a caminar en medio de las aguas o mejor quedarse a la orilla del mar. Sin duda se necesitaba fe para dar cada paso, nuestras preguntas quizá hubieran sido: ¿Y si se cae?, ¿Y si camino y a la mitad el agua vuelve a la normalidad?, era una prueba de valor y sobre todo fe.
“Entonces el pueblo de Israel cruzó por en medio del mar, caminando sobre tierra seca, con muros de agua a cada lado” Éxodo 14:22 (Nueva Traducción Viviente).
A veces en la vida nos enfrentaremos a situaciones similares que requerirán de valor y fe para poder llegar al otro lado del mar sano y salvo.
Quizá actualmente estés pasando una situación en donde por un lado tienes a los egipcios y sus carruajes de guerra tras de ti y por el otro un enorme mar imposible de cruzar. Pero aun cuando el panorama se te presente de esa manera, debes recordar la promesa que Dios te dio, de estar contigo todos los días de tu vida.
Tienes que estar seguro que Dios siempre te sorprenderá, no importando la situación que estés pasando, Dios hará algo maravilloso y sorprendente, El puede abrir el mar para que pases en seco, El lo puede hacer porque tiene el poder para hacerlo.
Quizá en algún momento tendrás que tener mucho valor para afrontar cada paso que tengas que dar en medio de ese mar, pero sobre todo tienes que tener fe para poder creer firmemente que Dios es quien te cuidara y te llevara a salvo al otro lado, porque Dios es quien te protege, porque Él es quien te cuida.
Jamás dudes de sus instrucciones aunque te parezcan raras, si Dios es quien te lo dice, entonces, ¡Adelante! Y sobre todo ¡Esfuérzate!
“Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada”.
Jeremías 20:11 (Reina-Valera 1960)
Autor: Enrique Monterroza
Escrito para www.enriquemonterroza.com – www.devocionaldiario.com – www.destellodesugloria.org
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